Y si cuando lo veía sentía que algo adentro le explotaba ¡Por Dios qué ganas de hablarle!
Y cuando el le habló ella le respondió con una indiferencia tajante; a un "Hola, ¿còmo estas? ¿qué fue de tu vida?" ella respondió con un "bien gracias", se dio la vuelta y se fue.
Se odia por ignorarlo, pero lo odia a él por ser tan orgulloso o por no darle una oportunidad. Entonces odia la situación por insoportable y desesperante, por explosiva; y se vuelve a odiar a sí misma por no darle la espalda y ver que el mundo es mucho más extenso que el espacio que ocupa él con su metro noventa y monedas. Entonces siente tal bronca que le encantaría, como Arjona, empezar otra vez y cambiarse hasta el nombre. Es que si pudiera cambiar todo, ella se volveria alguien tan "normal" como lo eran sus amistades, enamoradiza, pero incapaz de entregar tanto por amor, jamás se permitiría llegar al punto de saber que daría sus ojos por èl.
Todas era contradicciones, porque se odiaba por sentir lo que sentía, y al mismo tiempo estaba feliz de sentir algo tan profundo, de conocer eso que muchos llaman "amor". Detestaba verlo a él , fuera en la facultad, en la calle, en el centro, o en el monitor de la computadora, detestaba verlo, pero terminaba adorando esos segundos esporádicos después de pasar días sin verlo y comenzar a extrañarlo....¡Es que si lo tuviera al lado, podría pasar horas solo mirándolo! ¿Cómo el no podía entender que ella daría hasta lo que no tuviera por él? ¿Cómo podía no darse cuenta que de esa manera nadie lo podía querer?
Durante los minutos siguientes a verlo, era todo eso lo que a ella le pasaba por la cabeza. Tenía un nudo en la garganta, de esos que te dan ganas de explotar en un llanto desesperante, que más que triste sería de desahogo, desahogo de ese silencio orgulloso que guardaba; sería de frustración, de la ilusión que parecía frustrada en ese momento. Pero no lloraba, no explotaba, con el orgullo que tenía ¿Cómo doblarse a llorar? peor aún ¿cómo llorar por amor?...¡Eso es para débiles! ¡El amor es para débiles! No lloraba y se sentaba a escribir, a leer o a hablar por teléfono, o todo junto, porque en un momento el nudo en la garganta se desataba, sobre todo cuando escribía.
Cuando el nudo desaparecía, ya no se odiaba, estaba orgullosa de saber que no iba a morir sin haber sentido algo tan ideal, tan mágico como lo que sentía por él. Ya no necesitaba desahogarse, en los minutos transcurridos se había tragado nuevamente todas las broncas y ya no estaban atascadas en la tráquea. Ya no se sentía frustrada, seguía creyendo, como antes, en que las cosas podían mejorar, su sueño no sabía morir. Todo sin llorar...y peor aún, AHORA LO QUERÍA MÁS QUE ANTES.
Arjona, eso que tuvieron en común desde el principio, él tenía razón. Porque olvidarlo era más difícil que encontrarse al sol de noche, que entender a los políticos o comprar la Torre Eiffel. Es que ¡Prefería aguantarlo a olvidarlo! Prefería aguantar sus desplantes, sus caras malas y su soberbia.
En definitiva, se daba cuenta que olvidarlo, no era algo que quería con urgencia. Igualmente tratar de olvidarlo significaba seguir pensando en él, y notó que su a´fan de no acordarse era lo que la tenía enferma de recuerdos.
Parecía que habían escrito esa canción para ella, porque soñaba con olvidarlo, para levantar la clausura de su corazón, harta de seguir soñando con la posibilidad, de que un día por error o pura curiosidad, el quiera verla, y deje de preguntar a sus amigos por sus huesos.
