A veces piensa en él. "A veces", quiere decir "esporadicamente", muy esporadicamente, solo cuando es imposible evitarlo.
Una tarde notó que llevaba semanas sin pensarlo, ahora, pensaba que no había sido tan drástico, finalmente, la Tierra seguía rotando a la frecuencia de una vuelta cada 23 horas, 56 minutos y 4 segundos.
Mientras veía el río, sentada en un banco, a setenta y cinco centímetros del precipicio que la separaba del agua, pensaba "a lo mejor no era tan imposible borrar la historia, tal vez esté preparada para alguien más". Lo indiscutible era que nunca iba a borrar el recuerdo al 100%, a fin de cuentas él era alguien importante con quien vivió momentos importantes, emociones fuertes, algo diferente a lo que estaba viviendo ahora, y había durado un año, tres meses y veintiseis días.
Mientras sentía el viento frío de julio en su cara, pensaba en la que era hoy, había cambiado mucho, e indudablemente esto había influído en la manera radical en la que archivó aquella historia. Ahora veía que antes de pensar en alguien más, antes de tomar decisiones importantes, tenía que encargarse de ella misma. Porque no estaba "siendo ella". Varios factores, a lo largo de algunas semanas, habían afectado su conducta logrando bloquear totalmente su personalidad.
Antes de aquello que ocurriera en marzo, no podía sentirse más plena y más libre. Una persona de carácter fuerte e imponente, segura de sí misma como nadie más. No daba un paso en falso, no se le ocurría por nada del mundo pensar en la opinión de los demás, todos eran exactamente iguales a ella, no existían mentes superiores, nadie valía más, nadie era más capaz.
Entonces, ¿Cómo pudo ese conjunto de hechos lograr que se convirtiera en alguien tan distinto?
Hoy su carácter conservaba la fuerza de sus convicciones, pero había elegido un perfil realmente más bajo, ya su presencia no tenía la imponencia de siempre. Se sentía insegura de cada paso que daba, como si se estuviera acercando a un abismo, como si todo representaba un riesgo que ella, antigua amante de los retos, no quería tomar. De repente había comenzado a desconfiar de sus propias capacidades, sus propias opiniones, no quería errar, así que era mucho más facil quedarse callada.
Encontró el ser perfecto para recargarlo con la responsabilidad de pensar y opinar por ella. Le tenía una confianza inquebrantable, él quería un espacio en su vida amorosa, no la perjudicaría si quería ganarselo.
Ella le iba dando el lugar que pretendía gradualmente, se sentía bien con él, y era "una mente superior", al menos así lo veía ella. Tenía lo que ella buscaba, lo que tenía su Iván: autoridad. Obviamente el no era Iván, fisicamente era el extremo contrario, tenía prioridades distintas, y una mentalidad que ella consideraba mejor, era alguien un poco más parecido a ella, un toque de machismo. Como anillo al dedo.
Siempre le gustó el tipo de hombres que toma el mando, que hace y deshace, representaban un desafío a su carácter, su tolerancia, su firmeza y su autoridad y a la vez siempre consideró al hombre una especie de mitología humana, digno de adoración respeto y obediencia. Pablo representaba para ella todo eso, lo que Iván representó en su momento, pero Iván era sus ojos, Pablo no representaba tanto, y aunque iba ganando terreno, estaba tan lejos de ocupar el lugar de Iván como Nicolas II de Rusia de convertirse en prócer.
Fué dejando su pensamiento y opinión en manos de él, él sabía como hacer las cosas, además, era hombre.
Lejos de la mujercita que era hace solo cuatro meses...