Como su Ivan, nadie le iba a significar nunca jamás.
Se sentía Cómoda habiendo dormido el amor demente que le tenía, había conseguido anularlo casi por completo, logicamente que la totalidad no iba a llegar jamás.
Pablo quedó en la nada, de un día para el otro se volvieron amigos y de ahí no salieron nunca más. Es que ella no estaba lista para alguien más, o tal vez el no era para ella, lo cierto es que asi estaban bien, muy bien.
Julio había sido un tiempo clave, de cerrar asuntos pendientes consigo misma, de tomarse unos días para "hacer algo diferente". Fue a la playa, en invierno la imagen del río, la arena, el cielo, el sol...ojalá pudiera estancar el reloj a las 10 de la mañana.
Recorrió la provincia completa, nunca se había encantado tanto antes como lo hacía ahora.
De vuelta en casa, pasadas dos semanas, a tiempo de terminar con su "aunto pendiente" y reinsertarse en la vida cotidiana.
Todo salió bien con todo, reinsertarse fue mejor que nunca, volver a ver a esa gente que era parte del sentido de su vida.
¡Al fin! No había pensado en el ni un solo segundo de los minutos de las horas de los días del ultimo mes. Tal vez porque el no estaba en la Ciudad, tal vez porque simplemente ya estaba curada.
Los drásticos cambios de aquel marzo, las cosas que no condecían con su identidad, el miedo, la angustia, la sumisión, todo había desaparecido, no había que buscarle un por qué, simplemente ya no estaba, y no convenía evocar recuerdos, nadie garantizaba que no llamara con el pensamiento todo lo que había dejado atrás. Tal vez todo se había ido con el, el no lo había traído -era una de las pocas cosas que no le había traído-, pero se lo había llevado.
Lo recordó una vez más antes de despedirlo y dejar de evitarlo para tratarlo como un conocido más. Nunca sabría si la ley de hielo aplicada había sido la solución pero algo que ignoraba había logrado que ella asumiera con madurez la situación, si se terminó fué porque no podía seguir, era ella tan culpable como él, aunque le costaba convencerse de eso, estaba segura de haber hecho las cosas lo mejor posible y que fue el quien no la supo valorar.
A partir del último segundo del quinto minuto transcurrido a partir de ese momento ya no lo recordaría con angustia ni con decepción, sino con ternura, esa que el supo inspirar y que ya no la desintegraba, simplemente le recordaba que había vivido con altura el sentimiento más intenso, más hermoso, más entregado, más devoto de toda su existencia.
Los ojos verdes, los rulos rubios muy rubios que no negaban bajo ningún unto de vista su sangre rusa, el metro noventa y monedas de estatura, la figura perfecta, la voz dulce y masculina, las palabras claras y perfectamente pronunciadas, los movimientos que mostraban seguridad y se la transmitían...
¡Por Dios como amó todo eso! ¡Cómo se convirtió él en su deidad humana! ¡Cómo puso todo a sus pies! ¡Con qué devoción lo miraba! ¡El mundo podía caerse a pedazos cuando estaba con el...no le importaba! ¡Qué belleza todo lo que vivió con el! No le alcanzaría la vida para agradecerle todas las sensaciones que le regaló, tampoco le alcanzaría para olvidarlo, ni apagar la devoción, tampoco para curar las heridas que le regaló...
Era el fin, nada podría convencerla de que la segunda vez sería mejor, había que dejar ir al tiempo. Un "listo mi amor, fue todo, gracias" y dar vuelta la página, creyó que nunca llegaría a esto...¡Gracias a Dios se había equivocado!
